sábado, 11 de diciembre de 2010

Restaurantes; Ramón Freixá Madrid



Ramón Freixá, con su aventura de Madrid, ha conseguido recientemente su segunda estrella Michelín. Y, bajo mi punto de vista, la tiene bien merecida.

Yo he comido ya un par de veces en él, y las dos he salido muy contento. Eso si, he pedido de carta, y he repetido algunos platos por considerarlos espectaculares. Las dos veces he salido rodando de lleno, por lo que tampoco lo he considerado nunca una "tomadura de pelo", como ocurre en otros restaurantes modernos.

Eso si, un par de personas me comentaron que no les había gustado demasiado. No sé si será porque el menú degustación es más complicado o por su elevado precio. Lo único que puedo decir es que a mi me parece de lo mejorcito de la capital, superando a Santcelloni y Arola, restaurantes a los que también he ido un par de veces con resultados desiguales.

El local está en el Hotel Selenza de la calle Claudio Coello de Madrid. La entrada queda algo desangelada en invierno, pero en verano es espectacular. Al cruzar la puerta hay un recibidor, desde el que se puede ver la bodega y exponen la guía Michelín con dos estrellas.

El interior es realmente acogedor. Mesas muy anchas, separadas entre si, y con una capacidad íntima y limitada. 7 mesas en total.

Nada más llegar, sorprende el tratamiento que le dan al agua. Siempre me ha parecido una cutrería lo de dar botellas de agua pequeñas y cobrar un dineral en algo tan básico. Aquí se cobran 10 euros por persona de servicio, agua y pan (del que hablaremos largo y tendido), y los vasos siempre están llenos. Y es que, el servicio está cuidadísimo, tocando a casi un camarero por mesa. Tienen muy claro que lo importante es hacer feliz al comensal. Despreocuparse por el agua nada más llegar es un detalle.

Mientras uno mira la carta, traen un primer aperitivo. Tejas de piñones, galleta de parmesano y un crujientito. En la carta hay como 8 entrantes, cuatro o 5 carnes y 4 o 5 pescados y cuatro postres (más posibilidad de queso). Si uno o desea, hay varias alternativas de menús: rápido, de temporada y degustación. Es mu asignatura pendiente, hasta ahora sólo he tomado carta.

Aunque no tome vino, la carta es espectacular y larguísima, y el Sommelier muy simpático.

Un vez decidido lo que queremos comer, traen otros aperitivos: 7 u 8 mini bocaditos. Sorprende, que los 8 estaban buenos y eran originales. De queso, zanahoria, esponjosos... Y todavía ni hemos pedido!! Una vez nos toman nota, lo que hizo el propio Ramón en persona, se nos acercan con el pan. Creo que, sin miedo equivocarme, puedo decir que son los mejores panes que he probado en un restaurante. Los hace su padre en Barcelona y los acaban en Madrid, con mucha variedad. De ajo y pimiento, de aceitunas, de agua (muy crujiente), de queso, de nueces y pasas, de mantequilla... Un espectáculo. Y todas y cada una de las veces que el plato se acababa, me ofrecían más. Probé todos, por lo que creo que el coste de agua y pan está más que justificado.

Antes del primero, un nuevo aperitivo. Lo llamaron cocido Español: un pequeño caldo con acompañamiento andaluz, madrileño y catalán. Empezábamos a estar llenos y no habíamos empezado con lo que habíamos pedido.

Nuestro primero, la hamburguesa de pato. Es el plato más conseguido que tomé. La carne, al punto perfecto, con una cebolla caramelizada, helado de mostaza verde, riquísimo, parmesano rallado y demás acompañamientos: no es muy grande, pero su sabor es realmente increíble.

De segundo, pedí un sencillo solomillo. Pero en este restaurante nada es sencillo... En el plato vienen un solomillo fileteado, con un hueco que tiene una salsa deliciosa. En un platito aparte, un puré de patata con parmesano. En otro plato, foie, boletus y polvo de quicos, y en un cuenco corazones de lechuga con un buen aliño. Original, bueno y divertido.

Mi acompañante pidió un arroz meloso con butifarra. Muy conseguido, de fuerte sabor y contundente, para el aficionado a la butifarra, genial.

Antes del postre, un nuevo "regalo de la casa". Lo llaman la dulce espera. Al igual que con los entrantes, ponen un platito con 7 u 8 bocaditos dulces espectaculares. Manzana, chocolate, almendra, queso...

Los postres aquí son también de otra galaxia. Se descomponen siempre en varios platos. Pedimos el goloso, compuesto de bizcocho de chocolate con aceite de oliva y sal, espectacular, una teja de chocolate suave con una esferificación, y un helado muy rico de almendra y chocolate. Buenísimo. El segundo postre era el de otoño, basado en la castaña. Marrón glacé con polvorón y helado de vainilla, teja de caramelo con cremoso de almendra, membrillo con pasas caramelizadas y helado de vinagre. Llegamos justos de fuerzas.

De beber sólo tomé yo una copa de vino de la casa, de 8 euros, que era el de Antonio Banderas, y me pareció estupendo para acompañar la bebida.

La comida de dos personas salió a 170 euros, nada barato. Aunque depende de con qué se compare...

Volveré y lo recomiendo. Acabará siendo un clásico de Madrid.

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